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CRÍTICA DEL PRIMER CAPÍTULO DE LA NUEVA SERIE DE LA 1

'El Ministerio del Tiempo', un divertido entretenimiento con demasiados guiños

REDACCIÓN  |  25 de febrero de 2015 (12:56 h.)
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La 1 de Televisión Española estrenó este martes la serie 'El Ministerio del Tiempo', una ambiciosa producción de ciencia ficción y aventuras, con Rodolfo Sancho, Aura Garrido y Nacho Fresneda al frente.

Sin dura, 'El Ministerio del Tiempo' es una gran serie, concebida como un producto de puro entretenimiento. Y por ahí, cumple perfectamente su papel: la nueva ficción de La 1 es muy entretenida, con ritmo, bien articulada, correctamente contada... En suma, puede producir adicción.

En la terna principal de actores, Rodolfo Sancho está simpático y conmovedor a partes iguales interpretando a Julián, ese hombre del siglo XXI rescatado de las fauces de la soledad tras la muerte de su mujer; un personaje que va de lo cómico a lo trágico sin brusquedad, de forma natural.

Nacho Fresneda sorprende con una formidable recreación de Alonso de Entrerríos, espadachín de los Tercios de Flandes condenado a muerte. Se trata de un tipo bravo,  un caballero español, pero que colocado en nuestra Gran Vía de hoy día resulta de lo más enternecedor.

El gran pero interpretativo que se le puede poner a 'El Ministerio del Tiempo' es Aura Garrido, con un papel a priori menos lucido que los anteriores, pero que ella se lo lleva a una innecesaria  planicie. Confiemos en que el personaje evolucione y pueda remontar.

Uno de los puntos fuertes de la nueva serie de Televisión Española es su riqueza a la hora de recrear lugares. La utilización del croma vuelve a estar presente, y lo hace de manera solvente en casi todas las situaciones, a excepción hecha de ese desenfocado claustro del pozo y la innecesaria construcción del Acueducto de Segovia, que más parece pintada por Monet que recreada con la tecnología del siglo XXI.

'El Ministerio del Tiempo' reduce a una sencillez que se agradece la explicación de los viajes al pasado, fundamentados en la existencia de puertas que conducen a diferentes épocas. Nada de ciencia, nada de filosofía, nada de paradojas temporales... El espectador sólo tiene que estar pendiente de la trama, no de lo que hay detrás.

El guión es más que digno, pero en él hay una exagerada abundancia de guiños cómicos innecesarios. Sirva de ejemplo ese funcionario del Ministerio destinado en 1808 al que le quitan la paga por los recortes; o la aparición de los heavys del Madrid Rock de Gran Vía, un efecto que sólo entenderá una pequeñísima parte de los espectadores (aquellos que viven en Madrid y vistan el centro con frecuencia); o la estirada broma sobre el Capitán Alatriste.

A pesar de todo, en términos generales 'El Ministerio del Tiempo' es un magnífico entretenimiento que profundiza en uno de los deseos íntimos de casi todo el mundo: poder viajar a otras épocas.